En medio del mundial de Francia ’98, en nuestra ciudad, solo importaba un partido. Un clásico que definía un ascenso.
Domingo 5 de julio de 1998, jornada fría. El escenario dispuesto es el viejo estadio Chateau Carreras, aquel en el que un hincha no podía divisar los arcos desde las tribunas. Las tribunas repletas, Belgrano, el local, ocupando el sur y Talleres el norte. El juez que impartiría justicia era un tal Horacio Elizondo. El premio era un titulo y ascenso directo a primera división.
De un lado el director técnico celeste, Ricardo Rezza. De la otra parte, el entrenador que hoy es finalista de la Copa América 2019, Ricardo Gareca. Una semana antes cruzarón caminos en el partido de ida, donde el conjunto del Tigre resulto ganador por 1-0 con gol de Zelaya.
Llegaron a esa instancia luego de una larga temporada en la B Nacional, en la que ambos ganaron sus zonas. En aquel momento la máxima categoría de ascenso tenia 32 equipos, divididos en zona interior y metropolitana, con 16 escuadras cada una. De allí los 8 mejores de ambos grupos pasaban a disputar la zona campeonato. Una nueva división en dos partes: A y B. El Matador ganó la primera y El Pirata la segunda, lo que les dio la chance de pelear por el primer ascenso.
Aquel domingo el cotejo lo ganaría el Celeste 2-1, goles de Carnero y Sosa para la B. Mientras que para la T, Albornoz abriría el marcador. Con un 2-2 en el global, todo llevaba a un alargue y luego a los penales. Las formaciones iniciales eran las siguientes:
Belgrano: Bernardo Ragg; Cosme Zaccanti, Diego Alarcón, Hernán Medina, Norberto Testa; Horacio García, Adrián Ávalos, Guillermo Guendulain, Hernán Manrique; Luis Sosa (c), Cristián Carnero. DT: Ricardo Rezza.
Talleres: Mario Cuenca (c); David Díaz, Horacio Humoller, José María Rozzi; Andrés Cabrera, Javier Villarreal, Fernando Clementz; Daniel Albornos, Diego Garay; José Zelaya, Ramón Medina Bello. DT: Ricardo Gareca.
Pero lo importante estaba en el banco, sobre todo para la memoria del pueblo matador. A los 41 del segundo, el Tigre mando a la cancha a Roberto “Lute” Oste por Zelaya. Un ex Belgrano, que en sus pies tendría el último penal de la serie, para definir el ascenso. Parecía una broma del destino.
Estaban 3-3 en la tanda, Cristian Binetti había estrellado su tiro en el travesaño, para los de Alberdi. El Lute tomó la pelota, la acomodó y tomo carrera, abrió su pie y la mando a su izquierda. El resto fue algarabía y felicidad azul y blanca. Aquel 5 de julio de 1998 es conocido, entre los hinchas de Talleres, como el día de la paternidad.