El equipo de Marcelo Gallardo igualó 1 a 1 en Paraguay, tras el 2 a 0 conseguido en Núñez; vuelve a jugar la final tras 19 años.
Desde el comienzo, el equipo millonario actuó con la necesidad de su adversario. Convencido de la buena diferencia en el primer encuentro, en Núñez, no tuvo vértigo, ni fuego ofensivo; ni toque y ni sorpresa en velocidad. Se limitó a ser un espectador serio, convencido y sereno, que buscó por todos los medios que su adversario entrara en una suerte de desesperación. Con el transcurrir de los minutos, los hinchas pasaron del apoyo apasionado a una tensa calma. Los murmullos, por momentos, generaron nerviosismo en el equipo local.
Con Santander como faro, Guaraní es un equipo interesante, que presiona, que arriesga y que, al mismo tiempo, exhibe una sólida estructura defensiva. Sin embargo, con el incómodo resultado sellado en el Monumental, debió disfrazarse de una formación audaz y con suficiente personalidad para afrontar un desafío mayúsculo. Lo logró en los primeros instantes; lo logró, en variados momentos. Pero no tuvo claridad ni sustento en el tiempo para creérsela. River tomó nota de su intención. Es más: le tendió la trampa. Guaraní ingresó en la desesperación que le propuso el equipo que dirige Marcelo Gallardo.
No tuvo una brillante tarea River . Apenas expuso su capacidad con ráfagas de Mora y Martínez. Lucho González está en otra sintonía: todavía le cuesta pisar con firmeza en el fútbol sudamericano. Siente el rigor físico y el desgaste en el cuerpo a cuerpo.
Fue un conjunto serio River. Un equipo “copero”. Si por este término se entiende a un grupo de jugadores pensantes, lógicos, estrategas. El gasto mayor lo efectuó en el primer acto, así que lo que consiguió anoche fue el fruto de lo cosechado en su casa.
Hasta que llegó el gol paraguayo, un zurdazo suave de Fernando Fernández luego de una serie de desaciertos en el área millonaria: todos se quedaron mirando las piruetas que hizo el balón, que incluso chocó contra un poste segundos antes.
Se presentó el temblor en River. Hasta Sánchez sacó una pelota en la línea. Fueron diez minutos complejos. Hasta que el ingreso de Viudez calmó la tensión, aportó fútbol y le cedió el festejo a Alario, que creó un golazo, el empate y la clasificación. La final que soñó por largos años, después de un 1 a 1 edificado con la sagacidad de entender el juego.
Puede definir de local. Si Tigres se clasifica a la final, River jugará primero en México y luego definirá en Núñez. En cambio, si pasa Inter, el primer partido será en el Monumental y luego deberá viajar a Brasil.