La era de Marcelo Gallardo en River Plate es, sin lugar a dudas, la más gloriosa del club. Basta con preguntarle a cualquier hincha por la calle o mirar las estadísticas. Como DT del Millonario, el Muñeco lleva 12 títulos obtenidos desde su arribo en 2014 hasta la actualidad. Este promedio abismal arroja, como mínimo, un título por año.
El comienzo triunfador estuvo en esos primeros pasos del entrenador al mando de River Plate, con la consagración en la Copa Sudamericana del 2014. Fue un logro importante ya que la institución no conseguía un título internacional hacía 17 años. Pero quizá la consolidación de “equipo copero” (como se califica popularmente a la capacidad de destacar y sobresalir en un certamen internacional), haya sido en 2015.
En aquel año, River Plate volvió a ganar la tan ansiada Copa Libertadores después de 19 años. Fue un punto de inflexión por varias razones. Por un lado, el conjunto de Núñez pudo afirmar su solidez a nivel continental. Y, por otro, el título era de mayor jerarquía que la Sudamericana del año anterior; pero además en el camino eliminó a su eterno rival, Boca Juniors. En octavos de final lo dejó afuera en una noche inolvidable para el fútbol argentino: la noche del gas pimienta.
Una fase de grupos poco alentadora
Fue un torneo que el Millonario empezó con el pie izquierdo (con dos pies izquierdos, mejor dicho), pero culminó con un marco épico e histórico.
La fase de grupos resultó dura. Ni los del Muñeco, ni ningún hincha lo esperaban. Los equipos rivales no eran de gran envergadura. Pero lo cierto es que se hizo cuesta arriba. Los partidos de ida y los partidos de vuelta. Los accesibles y los complejos. Los de local y los de visitante. Ese comienzo errático no era precisamente un buen augurio de cara al resto de la Copa. Imaginarse campeón frente a ese panorama, algo impensado.
River Plate compartió grupo con Tigres (México), Juan Aurich (Perú) y San José (Bolivia). Al menos en los papeles, los argentinos podían verse clasificados a la siguiente ronda junto con los mexicanos. Pero resultó más complejo, y casi se quedan afuera. Terminaron segundos, con siete puntos (uno más que el tercero), un encuentro ganado, cuatro empatados y uno perdido.
Los resultados del Millonario en primera fase fueron: 0-2 vs. San José; 1-1 vs. Tigres; 1-1 vs. Juan Aurich; 1-1 vs. Juan Aurich; 2-2 vs. Tigres; 3-0 vs. San José. Inesperada performance del equipo, que logró la clasificación en la última fecha. A la instancia siguiente, con ese trajín poco contundente, tocaba enfrentar nada menos que a Boca, que además había tenido una arrolladora primera ronda.
Gas pimienta y afuera Boca
River Plate venció por la mínima a los Xeneizes en el partido de ida. En el de vuelta, sucedió lo que nadie jamás hubiera imaginado, digno de una película de Netflix. La barrabrava de Boca estuvo involucrada en un confuso episodio en el que los jugadores Millonarios fueron agredidos con gas pimienta antes de salir a jugar el segundo tiempo.
El caos fue tal que el encuentro no pudo reanudarse y se suspendió. Luego, la justicia fallaría a favor de los de Núñez, dándole el cotejo por ganado. De esa manera River pasó a cuartos de final, eliminó a su eterno rival y dejó atrás lo que al día de hoy se recuerda como una mancha oscura en la historia del Superclásico.
Hacia el título
En Cuartos se enfrentará a Cruzeiro, contra quien comenzó perdiendo la llave para luego superarlo con contundencia y dejarlo en el camino. En semifinales apareció Guaraní, el siempre duro equipo paraguayo, pero que no resultó gran escollo. Ya en la final, luego de tantos años, Gallardo y sus dirigidos se enfrentaban al viejo conocido Tigres.
Cero a cero en la ida, tres a cero en la vuelta, Monumental repleto. Lluvia, goleada, festejos, 19 años, campeones. River Plate para el recuerdo.