A medida que pasan los minutos, las posibilidades de que el mundo experimente un suceso complicado con Corea del Norte, aumentan. En la primera quincena de abril, el mundo fue testigo de la resolución del presidente de los EEUU, Donald Trump, en acciones ejecutadas sobre Siria y Afganistan. Además del ataque sobre Shayrat, los EE.UU. también lanzaron la Mother Of All The Bombs” (MOAB), sobre unas cuevas del grupo yihadista ISIS, en Afganistán. La bomba (no nuclear) fue parte de la campaña electoral del magnate devenido en presidente por el voto popular estadounidense.
En medio de una escalada militar entre Rusia y los EE.UU., enfrentados por sus objetivos en Siria, el régimen norcoreano de Kim Jong-un asoma con rabia, como una amenaza a la seguridad mundial. El líder norcoreano ordenó una prueba misilística para exhibir su determinación. El ministerio de Defensa de Corea del Sur informó que Norcorea fracasó en un nuevo intento de lanzar un misil. Esta acción coincidió con un impactante desfile militar organizado por Pyongyang. Un día después del supuesto fallido intento, precisamente el lunes 17 de abril de 2017, el vicepresidente de los EE.UU., Mike Pence, visitó Corea del Sur para ganar apoyo en el conflicto con el líder de Norcorea, Kim Jung-un. El consejero de seguridad nacional del presidente Trump, afirmó el domingo que China trabaja con los EE.UU. para actuar respecto al “comportamiento amenazador” de Norcorea. Este país, ubicado en Asia oriental –ocupa la porción boreal de la península de Corea, situada al este de China–, ha vuelto a poner en vilo a la comunidad internacional con la amenaza de una inminente prueba nuclear. Sería la sexta de Pyongyang desde 2006, pero la primera desde el arribo de Trump a la Casa Blanca. Washington está incrementando su presencia militar en la zona. El clima tenso agobia la península coreana y altera las olas del mar de Japón.
El general H.R. McMaster durante una entrevista en la cadena estadounidense ABC realizada después de que Corea del Norte intentara -supuestamente sin éxito- lanzar un nuevo misil, expresó que Trump tiene claro que no permitirá que el programa de armas nucleares del régimen de Pyongyang ponga bajo amenaza a los EE.UU. y a sus aliados en la región. Enfatizó en que existe un sólido consenso internacional, que incluye a China, que considera que esta situación no puede continuar. La cooperación del gigante asiático es clave en este turbio tablero internacional. Trump volvió a subrayar el fin de semana en Twitter, la importancia de la colaboración de China en el conflicto con Corea del Norte. China es un actor que puede inclinar la balanza para el lado de la paz o para el lado del caos. El gigante asiático posee un régimen comunista como Norcorea pero desde 2001, ingresó a la Organización Mundial de Comercio y por tanto se incorporó a la economía de libremercado, pregonada por los EE.UU. Es decir, tiene elementos en común con ambos actores. Sin embargo, la relación de China con Corea del Norte es un vínculo complicado. Pekín es el único aliado internacional del régimen de Pyongyang, pero, desde hace algunos años, hay varias señales que revelan la molestia del presidente chino Xi Jinping con el comportamiento de Kim Jong-Un. En febrero de este año, China prohibió la importación de carbón norcoreano, una de las principales fuentes de ingresos del país norcoreano. “Se trata de un paso encaminado a cumplir la resolución 2321 del Consejo de Seguridad de la ONU y cumplir nuestras obligaciones internacionales”, aseveró el representante de la diplomacia china. Según los funcionarios del gigante asiático, este hecho fue una muestra de la actitud responsable de China respecto al problema nuclear de la península de Corea. Actualmente, al observar la escalofriante escalada en la península de Corea, China le dio otra señal a la comunidad internacional: redujo los vuelos a Norcorea.
El asesor de Trump, en materia de seguridad, calificó al mandatario de Corea de Norte, Kim Jong-un, como “una amenaza para todas las personas en la región, y también para el mundo”, pero advirtió que Trump “claramente se siente cómodo tomando decisiones difíciles”.
Suponer racionalidad en la toma de decisiones sería poco inteligente para pronosticar lo que sucederá. Tanto el líder norcoreano como Trump no son personas fáciles de predecir. John Kennedy y Nikita Kruschev, en 1962, priorizaron la racionalidad y evitaron el enfrentamiento de los EE.UU. y la URSS. A simple vista, el escenario internacional actual, parece la antesala de una pelea entre un gato y un león. Resulta raro entender que la pequeña Corea del Norte se atreva a amenazar al gigante EE.UU, infinitamente más fuerte. Pero todo es mucho más enmarañado que esta simple apariencia, porque Norcorea es uno de los miembros del exclusivo club de potencias que poseen armas nucleares. Esto lo convierte en un actor internacional absolutamente peligroso. Además, los protagonistas de este nuevo conflicto se muestran más impulsivos y menos tolerantes. Tanto Trump como Kim Jong-un proyectan una imagen de dirigentes duros. El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, cuyo padre luchó en la Guerra de Corea de 1950-1953, echó más leña al fuego. Advirtió que “la era de la paciencia estratégica” de Washington hacia Corea del Norte ha terminado. Y expresó que Pyongyang haría bien en no poner a prueba la determinación del presidente Donald Trump.
Por su parte, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, le advirtió a Washington que una “acción unilateral” con respecto al régimen de Norcorea sería un “camino muy peligroso”.”Espero que no haya ninguna acción unilateral como las que vimos recientemente en Siria”, señaló en referencia al bombardeo a principios de abril de la base siria de Shayrat con misiles Tomahawk lanzados por orden de Trump.
En Panmunjom, localidad donde se firmó el cese el fuego que puso fin a la guerra de Corea, en 1953, Pence dijo: “seguimos al lado del pueblo de Corea del Sur”. El panorama sombrío se potencia con la posibilidad de que el régimen de Kim Jong-un decida realizar una sexta prueba atómica, en los próximos días. La tensión actual genera ansiedad, eriza la piel y altera el ritmo cardíaco de los habitantes de esa región del planeta. No obstante, el miedo es universal porque de producirse el peor escenario, los efectos colaterales se sentirán en todas partes y será un nuevo naufragio de la humanidad. La experiencia debiera servir para controlar los impulsos. Si éstos y los intereses nacionales prevalecen sobre la noción mínima de comunidad, asistiremos a una tragedia caracterizada por la continuidad infatigable de errores irreversibles que atentarán contra la civilización mundial y reflejará una vergonzosa involución de la especie.
Los EE.UU. analizan seriamente la posibilidad de impedir el avance de Norcorea mediante el uso de la fuerza. La paradoja es que dos de sus aliados, Corea del Sur y Japón, buscan desesperadamente ponerle paños fríos a Trump porque sus territorios serían los primeros en padecer los impactos de los misiles de Pyongyang, si se desencadenara una guerra. La diplomacia debe desplazar la escalada militar y retomar el protagonismo. Para ello es clave que China asuma un rol activo y conciliador.
La comunidad internacional necesita que el gigante asiático ejerza su poder y la responsabilidad que le compete en la gobernanza global.