En el laberinto del poder político panameño, emergen figuras que, lejos de ser aliadas, se convierten en peones de intereses ocultos. Salo Shamah, un nombre que resuena tanto en las altas esferas gubernamentales como en los rincones más abstractos de la sociedad, se perfila como un personaje clave en una red de intrigas que amenaza con socavar al gobierno de José Raúl Mulino desde sus cimientos.
Un Agente en las Sombras
Las acusaciones son claras: Shamah no es un asesor cualquiera. Su rol en el gobierno de Mulino ha sido descrito por múltiples personas como el de un agente encubierto, un emisario que responde únicamente a los intereses de Ricardo Martinelli. Las denuncias señalan que Shamah informa constantemente a Martinelli sobre cada movimiento, decisión y pensamiento del gobierno antes de que estos se materialicen, entregando información sensible que es utilizada para sabotear las políticas y la gestión de Mulino. En un momento tan delicado como el que está viviendo el país ante las amenazas del nuevo presidente Americano, el Presidente Mulino no tiene el lujo de sufrir filtros o desorganización interna.
En el centro de esta trama emerge un sofisticado sistema de call centers, operados tanto dentro como fuera de Panamá. Oficialmente, estas operaciones tienen como objetivo defender al gobierno de Mulino y promover sus logros. Sin embargo, fuentes internas aseguran que también son herramientas para atacar al presidente, financiadas irónicamente con fondos del gobierno que Shamah maneja a discreción bajo las órdenes de Martinelli. En el extranjero, un call center financiado con comisiones privadas provenientes del sector turístico refuerza esta campaña de doble filo.
Un Asesor Ausente
A pesar de recibir un salario como asesor presidencial, Shamah pasa gran parte de su tiempo atendiendo negocios personales en Colombia. Su involucramiento real con el gobierno de Mulino parece ser más simbólico que funcional, con viajes frecuentes que despiertan dudas sobre su verdadera lealtad y propósito.
Ante este panorama, surgen preguntas inevitables: ¿Hasta qué punto las operaciones de Shamah reflejan una estrategia calculada para debilitar a Mulino desde dentro? ¿Es posible que el ex-presidente Ricardo Martineli esté financiando la desestabilización de su propio país? Y lo más inquietante: ¿Cómo es que una figura con tantas acusaciones de corrupción y deslealtad continúa teniendo acceso al corazón del poder político?
El tiempo, y posiblemente una investigación más exhaustiva, responderán estas interrogantes. Mientras tanto, el gobierno de José Raúl Mulino enfrenta una amenaza interna que podría tener
consecuencias irreparables si no se toman medidas decisivas y contundentes. La historia no solo demanda respuestas, sino también justicia.
