El expresidente argentino es símbolo de la transición democrática.
La muerte del expresidente Raúl Alfonsín, de la que hoy se cumplen cinco años, resignificó para gran parte de los argentinos la figura del hasta ahora último líder radical como símbolo de la transición democrática y el fin del ciclo de golpes de Estado que caracterizó al siglo XX en nuestro país.
“Compatriotas, iniciamos todos hoy una etapa nueva de la Argentina. Iniciamos una etapa que sin duda será difícil, porque tenemos todos la enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos, la democracia y el respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina”, dijo Alfonsín desde los balcones del Cabildo, el 10 de diciembre de 1983, día en el que asumía como primer presidente constitucional, tras casi ocho años de la más cruenta dictadura cívico-militar de la historia del país.
Ese día, Alfonsín -quien en las elecciones presidenciales del 30 de octubre de ese año se impuso con el 51,75% de los votos sobre el justicialista Ítalo Luder- comenzaba la dura tarea de gobernar un país atravesado por el dolor del genocidio perpetrado por la dictadura, con un alto endeudamiento externo, desindustrializado y con una enorme deuda social.
La asunción del líder radical, fallecido el 31 de marzo de 2009, significó así no solo el fin de la dictadura, sino además la interrupción definitiva del largo ciclo de golpes de Estado, que se inició en 1930 con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen.
A poco de asumir el gobierno, Alfonsín impulsó la anulación de la autoamnistía dictada por los militares y creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que tuvo el objetivo de investigar los crímenes cometidos durante el terrorismo de estado.
En 1984 se publicó Nunca Más, el informe de dicha comisión, y al año siguiente se llevó a cabo el histórico juicio a las juntas militares que condenó a los principales jerarcas del régimen y que ubicó al país en el sitial de las pocas naciones del mundo que juzgaron a los responsables de cometer genocidios.
Sin embargo, la política de derechos humanos tuvo su límite en las leyes de impunidad (Obediencia Debida y Punto Final) que, asediado por dos intentos de golpe militar, Alfonsín se vio obligado a enviar para su sanción al Congreso.
Lejos del poder, el líder radical continuó gravitando en la vida interna de su partido y en el orden nacional, firmó junto a Carlos Menem el Pacto de Olivos, que posibilitó la reforma constitucional de 1994 y la reelección presidencial.
Además, fue uno de los actores fundamentales de la Alianza entre la UCR y el Frepaso, que llevó a Fernando de la Rúa a la Casa Rosada, gobierno del que Alfonsín tomó distancia disgustado por el continuismo respecto de las políticas neoliberales del menemismo y que desencadenaron la brutal crisis del 2001.
Sobre el final de sus días, Alfonsín fue homenajeado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con un emotivo acto en la Casa Rosada y la colocación de la imagen del expresidente en el Salón de los Bustos.
Fuente: Télam