¿A qué se debe la ‘fatiga zoom’?

Un concepto que nace de las consecuencias de la pandemia, que ha modificado la manera en que nos relacionamos.

Vivimos tiempos de incertidumbre. Hemos atravesado y atravesamos un momento histórico, provocado por una pandemia a la que, después de meses de lucha, aún no se le ha conseguido poner freno. No hay fórmula a la vista para que el mundo pueda recuperar su normalidad ni cuentas que alcancen a estimar el coste que tendrá esta crisis sanitaria. Un coste económico, humano, pero también social y emocional. El confinamiento, más o menos estrecho, sigue siendo un método de contención y las relaciones entre las personas se están viendo afectadas. No hay contacto. Los abrazos se sustituyen por toques de codo y los cafés de media tarde por videollamadas. Hay que seguir conectado, cierto, pero los nuevos usos están evidenciando ya sus consecuencias.

La pantalla de nuestro celular, tablet y computadora se han convertido en una ventana hacia esa normalidad a la que no tenemos acceso. hacemos home office , nos comunicamos con nuestros amigos y familiares, recurrimos al entorno online para cubrir tiempo de ocio y entretenimiento… Esto fue algo que se agudizó durante el confinamiento estricto pero que no ha desaparecido de nuestro reformulado estilo de vida actual. Y precisamente en aquellos primeros meses de pandemia surgió el término que acá ocupa: la fatiga zoom.

Lo no verbal, lo sensorial y la atención parcial continua

Clases online, reuniones de trabajo, una videollamada . Estamos hiper expuestos a la nueva conectividad y eso cansa. Cansa mucho. Un cansancio de mente, un cansancio porque en el marco de la comunicación se están perdiendo muchos componentes de lo no verbal y lo sensorial (gestos de las manos, micro expresiones e, incluso, el tono real de voz, el olfato o el tacto), y esto exige que prestemos mucha más atención. Una dificultad que se multiplica cuando la ‘reunión’ es múltiple y en modo galería, que obliga a una división prolongada de la atención. Más cuando la mala conexión dificulta el ritmo de la conversación.

Este nuevo agotamiento llamado fatiga zoom o fatiga por zoom (en referencia a la popular plataforma) es «la consecuencia de una adaptación cognitiva continua», tal y como sostiene Andrew Franklin, profesor de ciberpsicología en la Universidad Estatal de Norfolk de Virginia. Nuestra mente no está acostumbrada a la bautizada como atención parcial continua (muchas veces hacemos una vídeollamada mientras atendemos otros asuntos) pero lo intenta, y en ese esfuerzo se explica que acabemos el día completamente devastados. Esto no quiere decir que las nuevas tecnologías sean nocivas. Gracias a ellas se han sostenido sistemas de trabajo, se ha mantenido la comunicación más allá de la voz con seres queridos y hasta se ha podido ‘visitar’ a los enfermos aislados en los hospitales.

Este tipo de comunicación ha llegado para quedarse y es fundamental aprender a utilizarla de manera saludable. Siempre que sea posible combina lo virtual con lo real, opta por llamar si no es necesaria la pantalla y aprovecha para caminar, evita la dispersión en muchas aplicaciones y, como sabiamente defienden disciplinas como el mindfullnes (El mindfulness es una técnica de relajación que nos enseña a tomar conciencia plena de nuestras emociones con el fin de eliminar la frustración o ansiedad que produce el no poder cambiar ciertas situaciones), estate presente, en el aquí y el ahora, sin querer hacer más que dedicar plena atención a la conversación y el contacto con quien se encuentra al otro lado de tu ventana virtual.